
Entre la popular plaza de Zocodover y la grandiosa Catedral, en el corazón del casco histórico de Toledo, abre sus puertas unas de esas joyas arquitectónicas y artísticas que, en una ciudad monumental, Patrimonio de la Humanidad, bien pueden pasar desapercibidas para el visitante. Tras varios años de una intensa actividad arqueológica y de restauración, la Mezquita de Tornerías muestra todo su esplendor como uno de los grandes referentes de arte islámico de la península. Una delicia artística que debe figurar como visita ineludible.
Por el serpenteante y estrecho callejero de la ciudad, herencia directa del periodo de dominación islámica, llegamos a la calle Tornerías o de Las Pescaderías, donde se encuentra la entrada a la Mezquita. Cuando se levantó el templo hace más de mil años -entre los siglos IX y X- era este un barrio eminentemente comercial; hoy, más de diez siglos después, lo sigue siendo. Los vecinos y turistas transitan por el que en época medieval se llamaba arrabal de los Francos, junto al zoco de los bruñidores y encima del zoco de los cambiadores.
El templo aparece mencionado por primera en el año 1190 y parece ser que fue en el 1498 cuando se podría establecer el momento de su desacralización. En 1505 su propietario, el corregidor de Toledo Don Pedro de Castilla, la donó (convertido ya en mesón) al Hospital de la Misericordia.
Una de las singularidades que hacen único el edificio es el hecho inusual de tener dos plantas, a causa del desnivel del terreno. Los acristalados pasillos de entrada nos permiten viajar en el tiempo y nos descubren la planta baja con una serie de rotundos arcos de granito que sustentan una bóveda de ladrillo y que revelan la existencia primitiva de una edificación visigoda de planta basilical. El espectáculo bajo nuestros pies continúa con elementos que nos hablan de la transformación del edificio sufrida en entre los siglos XI y XII cuando, en época de Alfonso VI, se incorporan un aljibe -depósito subterráneo que se utiliza para almacenar agua, generalmente agua de lluvia o de fuentes subterráneas- y dos nuevos sótanos. Las sorpresas de las últimas excavaciones van más lejos en el tiempo y han permitido documentar, a más cinco metros de profundidad, dos estructuras circulares, de época carpetana -entre mediados del siglo V e inicios del IV a. C.-, siendo, hasta el momento, uno de los restos más antiguos documentados en la ciudad.
Hay que viajar de nuevo en el tiempo e imaginarse, ya en la primera planta, el patio -sahn- al que se abre la fachada noroeste que da acceso al lugar de culto a través de la que se accede a la mezquita. Frente a nosotros tres arcos de herradura, uno de los cuales daba acceso al interior de una torre -alminar-. El interior, la sala de oración, es un espacio recogido que merece la pena disfrutar y saborear con calma. Cuatro columnas, formando tres naves que se cruzan con otras tres en sentido contrario, dando como resultado nueve compartimentos de planta cuadrada, cubiertos con bóvedas de ladrillo, y la zona central cubierta con una bóveda nervada (linterna). En el muro suroeste se levanta el mihrab que marca el sentido de la oración, en dirección sur -en Al-Andalus las mezquitas se orientaban en dirección a Córdoba-; como curiosidad, la orientación difiere ligeramente de la habitual en las mezquitas debido quizás a condicionamientos del terreno. Hay que fijarse bien para descubrir una venera -elemento decorativo en forma de concha- en el interior del mihrab que es la primera documentada en la ciudad y una de las pocas conservadas y contextualizadas en la Península Ibérica.
Conviene estar atentos a la agenda cultural que ofrece la Mezquita ya que el edificio se ha adaptado para albergar el Centro Regional de Artesanía de Castilla-La Mancha y la Oficina de Promoción Turística de Castilla-La Mancha en Toledo. Además, acoge un espacio para talleres artesanales con intención de convertirse en punto de encuentro entra la innovación y la tradición.
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